En una reciente intervención, el Presidente Andrés Manuel López Obrador celebró la participación ciudadana en la «Marcha por la democracia», señalando este evento como prueba irrefutable de que México disfruta de una auténtica democracia, la cual, según sus palabras, no se había presenciado en el país desde hace mucho tiempo.
Durante una entrevista posterior a la ceremonia de reinauguración del templo de San Antonio de Padua, afectado por el sismo de 2017, López Obrador expresó su satisfacción por la manifestación, aunque criticó duramente a los participantes, tildándolos de «alcahuetes». El mandatario fue especialmente crítico con los intelectuales que, a su juicio, guardaron silencio ante lo que él considera fueron fraudes electorales en su contra en los años 2006 y 2012.
A pesar de las críticas recibidas de que su gobierno pone en riesgo la democracia del país, López Obrador aseguró que se mantendrá al margen del proceso electoral, reafirmando su compromiso con el fin de las elecciones de Estado. Respondiendo a los señalamientos de amenaza democrática bajo su administración, el presidente contrarrestó diciendo: «Es la democracia de ellos, la de los oligarcas, la de los ricos, la democracia de los corruptos. Nosotros lo que queremos es que haya la democracia del pueblo. O sea, no queremos poder sin pueblo».
Esta declaración llega en momentos en que la tensión política en el país es palpable, sobre todo después de las acusaciones del Lorenzo Córdova, quien denunció a AMLO por presuntamente querer «destruir la escalera que le dio la Presidencia».
El evento de la marcha y las declaraciones subsecuentes del presidente han reavivado el debate sobre la naturaleza de la democracia en México, poniendo en evidencia las profundas divisiones entre diferentes sectores de la sociedad respecto a la dirección política y social que el país está tomando bajo la actual administración.