El presidente Andrés Manuel López Obrador ha desatado una nueva ola de controversia con sus declaraciones en torno al Poder Judicial y la gestión de la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En su conferencia matutina, el mandatario mexicano sugirió que bajo la dirección de Piña, los jueces gozan de una mayor libertad que roza la impunidad, en contraste con la administración anterior de Arturo Zaldívar, quien, según López Obrador, mantenía un enfoque más riguroso y colaborativo ante casos de alto perfil.
La crítica presidencial se centra en el reciente caso de Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, implicado en los escándalos de Odebrecht y Agronitrogenados, quien fue concedido libertad condicional. López Obrador contrastó este hecho con la hipotética situación bajo Zaldívar, argumentando que de haber estado al frente, Lozoya no habría salido de prisión. Además, se lamentó de decisiones judiciales recientes que, en su opinión, favorecen la impunidad, como el descongelamiento de cuentas de allegados a Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública.
Estas declaraciones han avivado el debate sobre la independencia y el papel del Poder Judicial en México. López Obrador no solo cuestiona la liberación de Lozoya sino que extiende su crítica a lo que considera una tendencia de los jueces a proteger a figuras implicadas en corrupción y delincuencia organizada, bajo la presidencia de Piña. El presidente sugiere que, durante la gestión de Zaldívar, existía una mayor disposición para actuar de manera preventiva en casos que podrían comprometer la justicia o la seguridad.
La referencia a una «relación de componendas» y la acusación de que se ha formado una «mafia» dentro del Poder Judicial son graves y reflejan una tensión profunda entre el Ejecutivo y el Judicial. Este conflicto no es nuevo en la política mexicana, pero las recientes declaraciones del presidente añaden un nuevo capítulo a la continua discusión sobre la separación de poderes y la autonomía judicial.
Este episodio subraya la complejidad de las relaciones entre los poderes del Estado en México y plantea interrogantes sobre el equilibrio necesario para mantener la integridad del sistema judicial, la lucha contra la corrupción y la garantía de justicia para todos los ciudadanos. La reacción del Poder Judicial a estas acusaciones y la evolución de este debate serán cruciales para el futuro político y judicial del país.