Al conmemorarse el segundo aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el conflicto bélico entre Moscú y Kiev se encuentra en un punto muerto, con ambas naciones lejos de alcanzar una victoria decisiva. La orden del presidente Vladimir Putin de iniciar la invasión la madrugada del 22 de febrero de 2022, marcó el inicio de una tragedia que ha transformado a dos naciones antes hermanas en enemigos acérrimos. A pesar del elevado costo humano y económico, no se vislumbran condiciones que propicien un acuerdo político para poner fin al derramamiento de sangre.
Desde la perspectiva del Kremlin, los objetivos planteados para su «operación militar especial» siguen sin cumplirse. La intención de «desmilitarizar» y «desnazificar» Ucrania, así como de «liberar» completamente el territorio de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, no se ha logrado. Aunque Rusia anexó formalmente estas áreas junto con las regiones ucranianas de Jersón y Zaporiyia, la expansión de la OTAN hacia el este —un resultado que Moscú buscaba evitar— ha continuado, con Finlandia y Suecia avanzando hacia su integración en la alianza.
Por su parte, Ucrania aún no ha conseguido su principal objetivo de expulsar todas las fuerzas rusas de su territorio y ha perdido aproximadamente el 20% de su territorio nacional, incluida la península de Crimea, anexada por Rusia en 2014. Sin embargo, ha resistido gracias al apoyo militar y financiero de Occidente.
La guerra se ha estancado a lo largo de una línea del frente que se extiende por más de 1,200 kilómetros, con bajas diarias entre los soldados de ambos bandos y un inmenso sufrimiento para la población civil. Las zonas afectadas por los combates están devastadas, llenas de minas y constantemente amenazadas por ataques con misiles y proyectiles. Quienes no han podido o querido desplazarse viven bajo la constante amenaza de perderlo todo en un instante.
Este conflicto, marcado por los profundos lazos históricos y culturales entre los pueblos ruso y ucraniano, entra en su tercer año sin un claro camino hacia la paz. La tragedia continúa sin que se vislumbre una solución política que ponga fin a las hostilidades y permita reconstruir las relaciones entre estas dos naciones que alguna vez compartieron un destino común. La comunidad internacional permanece atenta, esperando una resolución que aún parece lejana.