Estos árboles son producidos por personas del medio rural, en terrenos que fueron degradados por actividades agropecuarias o bien, en donde es muy complicado sembrar. Al plantarlos, se recuperan los servicios ambientales de las tierras, por ejemplo, durante el tiempo que están en la plantación - entre 5 y 10 años – sirven de refugio para algunos animales, recuperación del suelo y, sobre todo, capturan el dióxido de carbono y liberan oxígeno.
Una vez que los árboles cultivados alcanzan su tamaño para ser comercializados, y se cosechan, se planta otro.
Se recomienda que al terminar la temporada navideña, los árboles sean llevados a centros de acopio para ser triturados y devueltos a la tierra en forma de abono.
Otra bondad es que mientras los arbolitos están en su ciclo de crecimiento, fungen como reguladores del clima y mantienen el ambiente fresco en la plantación, sin dejar de lado la gran belleza escénica que proveen y que también es aprovechada para realizar actividades de ecoturismo.
Lee también: México busca sumar su 3er. Geoparque en la red global de la Unesco
Para la parte social, la mayoría de las plantaciones de árboles de Navidad, se encuentran localizadas en comunidades rurales, por ello es que este modelo de negocios representan oportunidades no solo para las personas dueñas de la plantación sino también para las y los habitantes de la comunidad, pues se ven beneficiados por las familias que visitan estos sitios para adquirir su árbol y que igualmente disfrutan de actividades ecoturísticas.
Cuando llevas un árbol natural a tu hogar, se puede percibir un agradable aroma tal como si estuvieras en el bosque.
Mitos y realidades
Uno de los mitos más escuchados y replicados respecto a los árboles de Navidad, es que estos son extraídos de bosques naturales, pero como se mencionó anteriormente, para este fin existen las plantaciones forestales comerciales en donde todo el año se preparan para la temporada decembrina, con el cuidado y podado necesarios para darles la forma cónica que conocemos.