La Ley de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas en inglés) ha logrado lo que muchos consideraban imposible: establecer un marco regulatorio efectivo para controlar el poder de las grandes empresas tecnológicas.
Adoptada por la Unión Europea, esta legislación tiene como objetivo promover la competencia y garantizar un entorno digital más justo y abierto.
Desde su concepción, la DMA ha sido vista como un desafío monumental. Las gigantes tecnológicas, como Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft, han acumulado un poder y una influencia inmensa en la última década.
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Estas empresas no solo dominan el mercado digital, sino que también tienen la capacidad de influir en la política, la economía y la sociedad en general. Regular su comportamiento y asegurar una competencia justa parecía una tarea hercúlea, dado su alcance global y sus recursos casi ilimitados.