Alrededor del 20% de los pacientes con epilepsia desarrolla ansiedad, y el 23% sufre depresión, comorbilidades que afectan la eficacia de los tratamientos, aumentan la mortalidad y deterioran el pronóstico sicosocial, según un informe de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Estas condiciones agravan el impacto emocional y social de la enfermedad, que ya afecta significativamente la calidad de vida de los pacientes, dificultando su integración plena en la sociedad.
El informe, respaldado por la OMS, aboga por un modelo bio-psico-social que combine atención médica especializada con apoyo sicosocial. Este enfoque incluye intervenciones como terapia cognitivo-conductual para mejorar el manejo emocional y reducir las conductas de evitación. También se resalta la importancia de hábitos saludables, como una dieta equilibrada, ejercicio regular y evitar el tabaco y el alcohol, para reducir la frecuencia de las crisis y mejorar el bienestar general.
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Expertos enfatizan la necesidad de equipos multidisciplinarios que consideren el control de las crisis epilépticas junto con las repercusiones en la vida cotidiana, como problemas de sueño, motricidad y relaciones sociales. Este abordaje integral busca no solo minimizar los riesgos asociados a la enfermedad, sino también transformar la calidad de vida de los pacientes, abordando tanto los aspectos médicos como los emocionales y sociales de la epilepsia.





