Ciudad del Vaticano.— Tras el fallecimiento del papa Francisco el pasado lunes a los 88 años, el Vaticano se prepara para llevar a cabo el cónclave, proceso en el que los cardenales electores elegirán al próximo pontífice. La elección se regirá por la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II en 1996.
Inicio del proceso
Aunque la fecha del cónclave aún no ha sido fijada, se sabe que los 135 cardenales con derecho a voto —todos menores de 80 años— serán alojados en la residencia de Santa Marta, dentro del Vaticano. El día de inicio, los purpurados asistirán por la mañana a una misa solemne en la basílica de San Pedro y por la tarde, vestidos con su hábito coral, caminarán en procesión desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina, invocando al Espíritu Santo.
Ya en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, jurarán mantener en secreto el desarrollo de la elección. La frase extra omnes marcará la salida de todos los que no participen en el proceso, cerrándose así las puertas del recinto.
Dinámica de la votación
Durante el cónclave, los cardenales recibirán papeletas con la inscripción Eligo in Summum Pontificem (“Elijo como Sumo Pontífice”), en las que escribirán el nombre de su candidato. Está prohibido, en teoría, votarse a sí mismos.
Cada uno deposita su voto en una urna frente al altar, pronunciando un juramento de conciencia. Luego, se recogen y contabilizan las papeletas. Tres cardenales actúan como escrutadores, otros tres como infirmarii (para recoger votos de quienes no pueden acercarse al altar) y tres más como revisores.
Si ningún candidato alcanza la mayoría de dos tercios, se repite la votación. Se realizan hasta cuatro rondas por día —dos por la mañana y dos por la tarde— y se queman las papeletas al finalizar cada jornada. La señal al exterior es el humo: negro si no hay nuevo Papa, blanco si ya ha sido elegido.
Después de tres días sin resultados, se suspende la votación durante un día de oración y reflexión.
Proclamación del nuevo Papa
Cuando un cardenal alcanza los votos necesarios, el decano del Colegio Cardenalicio le formula dos preguntas: si acepta la elección y con qué nombre desea ser conocido. Si acepta, se convierte oficialmente en el nuevo pontífice y obispo de Roma.
Los cardenales se acercan uno a uno a rendir obediencia, y poco después, el cardenal protodiácono aparece en el balcón de la basílica de San Pedro para anunciar al mundo el tradicional Habemus Papam. Finalmente, el nuevo Papa imparte su primera bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo).