La reapertura de la Plaza de Toros México, tras más de 600 días de inactividad, se ha visto envuelta en controversia y polarización entre activistas y aficionados a las corridas. El evento, que marcó el regreso de las corridas de toros, enfrentó las protestas de aproximadamente 200 activistas que denunciaron el maltrato animal asociado a esta práctica. Estos manifestantes expresaron su rechazo a las corridas con consignas como “¡Toros sí, toreros no!” y “¡asesinos, asesinos!” cerca de las instalaciones de la plaza, generando tensión con los asistentes al evento y la policía. Esta confrontación refleja un debate más amplio en la sociedad mexicana sobre la tauromaquia y sus implicaciones éticas.
La manifestación en contra de la reapertura comenzó de manera pacífica pero escaló rápidamente a una confrontación más tensa, involucrando a activistas, asistentes y la policía. Algunos manifestantes utilizaron el arte como forma de protesta, simulando ser toros heridos, mientras que otros intentaron abrir una de las puertas de la plaza. La policía formó vallas humanas para proteger a los asistentes y repelió a los manifestantes.
En el ámbito político, el diputado Gabriel Quadri fue criticado en redes sociales por mostrar su apoyo a las corridas de toros, calificándolas como “tradición” y “arte”. Quadri defendió su posición argumentando que las manifestaciones en contra de las corridas de toros no abordan de manera coherente el tema del bienestar animal en otros contextos, como la ganadería y la producción industrial de alimentos de origen animal.
Desde el punto de vista taurino, la corrida en sí fue descrita como decepcionante por algunos, con actuaciones que no cumplieron las expectativas. El diestro peruano Andrés Roca Rey, por ejemplo, fue criticado por dejar vivo a un astado, lo que generó el descontento de la audiencia.
Este evento destaca la división de opiniones en México respecto a la tauromaquia, un tema que sigue siendo objeto de intenso debate tanto en el ámbito cultural como en el político y social.