Una excombatiente que lucha por los derechos de su pueblo en la isla filipina de Mindanao cuenta cómo ha cambiado el uniforme de combate y su vida en la selva por los jilbabs y una comunidad rural pacífica.
Suraida «Sur» Amil se unió a la Brigada Femenina Auxiliar Islámica Bangsamoro (BIWAB) cuando tenía 18 años con el objetivo de lograr la autonomía de las regiones predominantemente musulmanas de Mindanao (Filipinas).
Tras la firma de un acuerdo para poner fin a la insurrección y proporcionar una mayor autonomía y autogobierno al pueblo de Bangsamoro, participó en un programa de reconciliación apoyado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) para reintegrar y rehabilitar a excombatientes.
«Sur» narró en primera persona su testimonio y lo compartió con Naciones Unidas y lo publicamos en un día como hoy, Día Internacional de la No Violencia, quizá por es más necesario que nunca.
«Desde que crecí en Bangsamoro, vi lo difícil que era la vida para mis padres. Se enfrentaron a distintas formas de discriminación y fueron testigos de la brutalidad de la ley marcial, que duró nueve años, se declaró en 1972 y afectó profundamente a muchas comunidades de Mindanao, incluidas las poblaciones musulmanas.
Mis padres tuvieron una vida dura, vivieron en la pobreza y no pudieron hacer realidad sus sueños. Esto ha afectado mi vida y la de mis otros nueve hermanos. Tenía la esperanza de convertirme en maestra, pero nunca pude hacerlo porque no terminé la escuela por falta de apoyo financiero.
A los dieciocho años me di cuenta de que tenía que luchar por los derechos de nuestro pueblo, por nuestra autodeterminación, no sólo por mi generación, sino también por las generaciones futuras.
Un amigo mío era miembro de BIWAB y, en cuanto me enteré de sus objetivos, me hizo pensar en el sufrimiento que habían padecido mis padres y en lo que yo podía hacer para mejorar la situación de nuestra comunidad.
Si me preguntan si elegiría la guerra o la paz, por supuesto que nunca elegiría la guerra antes que la paz, pero tuvimos que luchar por esa paz.
Pasé tiempo operando en la selva como combatiente. Era un entorno duro, vivir en las montañas junto a animales salvajes sin las comodidades de un hogar.
Pero las mujeres son muy fuertes; tienen la capacidad de convertirse en combatientes y, al mismo tiempo, ser proveedoras de sus familias.







