Washington.– Estados Unidos entró en parálisis presupuestaria este 1 de octubre, luego de que el Senado no alcanzara un acuerdo para financiar al gobierno federal. Se trata del primer cierre administrativo en casi siete años, tras el ocurrido en 2018-2019 durante el primer mandato de Donald Trump.
La Casa Blanca instruyó a las agencias gubernamentales implementar un “cierre ordenado”, al no aprobarse la ley presupuestaria H.R. 5371 antes del fin del año fiscal. La última votación en el Senado sumó 55 votos a favor y 45 en contra, insuficientes para alcanzar los 60 requeridos.
El cierre –conocido como shutdown– provoca la suspensión de la mayoría de los servicios federales, afectando a 750 mil empleados no esenciales, que quedarán temporalmente sin sueldo. Los trabajadores esenciales, como las fuerzas armadas, deberán seguir laborando, aunque sin recibir salario. La pérdida de ingresos se estima en 400 millones de dólares semanales.
El presidente Trump responsabilizó a la oposición: “Ellos van a cerrarlo, no nosotros. No queremos cerrar porque estamos viviendo el mejor periodo que se conoce”, dijo en la Casa Blanca.
El estancamiento se centra en la atención sanitaria. Los demócratas exigen la renovación de los subsidios del programa Obamacare y se oponen a los recortes de Medicaid incluidos en la reforma fiscal de Trump. Por su parte, los republicanos propusieron una prórroga presupuestaria hasta noviembre, que fue rechazada.
El líder demócrata Hakeem Jeffries declaró que su bancada está dispuesta a un acuerdo bipartidista, pero advirtió: “No apoyaremos un proyecto de ley republicano partidista que siga desmantelando el sistema sanitario estadounidense”.
Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, el cierre de 35 días de 2018 redujo el PIB en 11 mil millones de dólares. Analistas de Nationwide estiman que cada semana de parálisis actual podría restar 0.2 puntos porcentuales al crecimiento económico.
El cierre ocurre a poco más de un año de las elecciones legislativas de 2026, lo que incrementa la presión política sobre demócratas y republicanos, ambos bajo la mirada de un electorado poco tolerante a estas crisis presupuestarias.