La misma tecnología que se usa para el reconocimiento facial se utiliza en un dron sin tripulación para atacar objetivos militares en el campo de batalla. Es una tecnología que cambia a un ritmo vertiginoso y que, además, está desarrollada por una mayoría de hombres. Una investigadora en desarme y género explica cómo trabajan a contrarreloj para ayudar a los países a elaborar regulaciones más efectivas.
El uso potencial de la inteligencia artificial (IA) en distintos ámbitos es cada vez mayor, incluyendo el militar. Para conocer más sobre el tema, Noticias ONU habló con Shimona Mohan, investigadora asociada del Instituto de las Naciones Unidas de Investigación sobre el Desarme (UNIDIR).
Para la experta, es esencial que la aplicación de la IA esté supervisada por los seres humanos, y dados los sesgos de género que han observado, es fundamental que en ella participen tanto hombres como mujeres.
Desde el Instituto, Mohan lleva a cabo investigaciones en distintas áreas temáticas, ya sea la tecnología y seguridad, el desarme desde la perspectiva de las armas de destrucción masiva, las armas biológicas y químicas, así como el uso de armas en el espacio.
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El objetivo es revelar brechas en la regulación que faciliten la elaboración de políticas más efectivas para hacer frente tanto a los sesgos de género, como a la frenética velocidad a la que evoluciona la tecnología.
El desarme, territorio de hombres
Noticias ONU: Su investigación se centra en la intersección de género, desarme y tecnologías emergentes como la inteligencia artificial. ¿Podría contarnos más sobre esto?
Shimona Mohan: Cuando hablamos de género, seguridad y tecnología, nos referimos a cómo se diseñan y desarrollan tecnologías que tienen fines de seguridad y si existen descuidos de género en torno a ello.
¿Cómo podemos superar esos descuidos y asegurarnos que no se transfieren a la elaboración de políticas? En este sentido, cuando debatimos políticas sobre tecnología de seguridad, trabajamos para que el género siga siendo parte de esa conversación y no se pase por alto.
También estamos analizando quién fabrica estas tecnologías; si esos equipos son diversos y representativos, si sus miembros entienden las sensibilidades de género y si garantizan que sus productos no tengan ningún sesgo.
En los círculos políticos y en las áreas en las que se están llevando a cabo conversaciones sobre la gobernanza de estas tecnologías, ¿pueden esas audiencias también entender las complejidades en torno al género? ¿Hay suficiente representación? Algunos datos que tenemos disponibles revelan que, en 2019, solo alrededor de un tercio de los diplomáticos en cualquier foro importante sobre el desarme eran mujeres.
Y esta cifra no ha cambiado mucho desde entonces. De hecho, en los foros más pequeños y en los más especializados, como los que giran en torno a las tecnologías de seguridad, solo una quinta parte de los diplomáticos presentes en la sala son mujeres.
Mi investigación analiza dónde están las brechas, cómo se han desarrollado y cómo podemos colmarlas para asegurarnos de que el género siga siendo parte de la conversación.