La reciente reunión de Xóchitl Gálvez con el expresidente Felipe Calderón ha generado diversas reacciones y críticas, centradas principalmente en sus declaraciones sobre retomar algunas de las «experiencias exitosas» en materia de seguridad del sexenio de Calderón (2006-2012).
Gálvez, aspirante a la candidatura presidencial por el Frente Amplio por México, ha sido enfática en rechazar la actual estrategia de seguridad del gobierno de López Obrador, conocida como «abrazos, no balazos», y ha sugerido la posibilidad de implementar nuevamente prácticas de la administración Calderón, particularmente valorando la labor de la extinta Policía Federal.
Durante sus recorridos por el interior del país, Gálvez ha manifestado que, de llegar a la presidencia, su enfoque en seguridad no incluiría los «abrazos» como estrategia contra el crimen organizado, y ha criticado la desaparición de la Policía Federal por parte del actual gobierno para crear la Guardia Nacional, la cual, según ella, «no existe» en términos de eficacia.
Gálvez ha señalado que aunque la estrategia de Calderón fue implementada de manera prematura sin estar completamente desarrollada, considera que hubo aspectos exitosos que podrían ser aprovechados nuevamente. Esta postura ha suscitado debates sobre las implicaciones de adoptar políticas de seguridad de administraciones pasadas, en un contexto donde la violencia y la seguridad siguen siendo temas cruciales para México.
Las críticas a Gálvez no solo se centran en su disposición a retomar políticas de Calderón, sino también en la percepción de que tal acercamiento podría representar un paso atrás en la búsqueda de estrategias de seguridad más integradoras y menos confrontativas. Estas discusiones subrayan la complejidad del panorama de seguridad en México y el desafío de encontrar un equilibrio efectivo entre la acción enérgica contra el crimen organizado y la protección de los derechos humanos y la cohesión social.







