Tokio, 30 de agosto. La producción de las fábricas japonesas se desplomó 1.6 por ciento en julio frente al mes previo, superando la caída prevista de 1 por ciento y encendiendo nuevas alertas sobre la recuperación económica del país, según datos oficiales divulgados este viernes.
El retroceso estuvo marcado por una disminución de 6.7 por ciento en la producción de automóviles, en medio de la incertidumbre por los aranceles de Estados Unidos. Aunque en julio se alcanzó un acuerdo comercial bilateral que reduciría los gravámenes a los autos japoneses al 15 por ciento, la medida aún no entra en vigor porque el presidente Donald Trump no ha firmado el decreto correspondiente.
Desafíos para la política monetaria
La caída en la producción, sumada a las débiles ventas minoristas y a una inflación persistente, complica la decisión del Banco de Japón (BoJ) sobre el calendario de la próxima subida de tasas de interés.
“El aumento del costo de la vida está debilitando el gasto de los consumidores”, advirtió Stefan Angrick, economista de Moody’s Analytics. Señaló que la racha negativa de datos obligará al BoJ a mantener una postura cautelosa, probablemente hasta finales de año.
Inflación y empleo
En contraste, la tasa de desempleo cayó a su nivel más bajo en varios años gracias a la rigidez del mercado laboral. Sin embargo, el consumo privado sigue resentido.
En Tokio, el índice de precios al consumidor (IPC) subyacente subió 2.5 por ciento en agosto respecto al mismo mes del año pasado, ligeramente por debajo del 2.9 por ciento registrado en julio. La moderación se debió, principalmente, a los subsidios gubernamentales al combustible que redujeron los costos en los servicios públicos.
Expectativas
Los fabricantes encuestados prevén una recuperación parcial de la producción en agosto, con un alza de 2.8 por ciento, antes de una nueva caída de 0.3 por ciento en septiembre.
La incertidumbre sobre la política comercial de Estados Unidos y la presión inflacionaria interna mantienen al Banco de Japón en un dilema: cómo equilibrar el control de precios con el apoyo al crecimiento económico, en un escenario donde las fábricas japonesas permanecen estancadas y con pocas fuentes claras de recuperación.